Nuestras Rutas

Los diferentes usos adjudicados al terreno, tanto de carácter agrícola como ganadero, y su situación entre los ríos Aliste al norte y Río Malo al sur, junto a los distintos arroyos o regatos que la surcan, dotan a esta tierra de una gran diversidad de paisajes.

Los terrenos de labor forman un mosaico de "cortinas" separadas por muros de piedra perfectamente engranadas, al más puro estilo alistano.

La reducida extensión de las parcelas, así como el acceso no siempre fácil a las mismas, retrasaron la llegada de la maquinaria agrícola hasta fechas muy recientes.

Así nos encontramos con terrenos dedicados al pasto o al cereal lindando con viñas y huertos.

En primavera, el sol ya es generoso, y hace surgir en el monte, engalanado con la blanca flor, un aroma inconfundible. jara, tomillo y piorno, son nombres que evocan recuerdos de largos paseos por el término.

Es un monte joven, a causa de los incendios que año tras año tratan de asfixiarlo, pero que sigue ahí, luchando por ganar su sitio, regenerándose mientras las distintas especies que siempre lo habitaron tratan de volver a sus antiguos feudos...



Con el paso de los años, la población de nuestra comarca va disminuyendo, la búsqueda de una vida más “fácil” o más cómoda ha tenido como consecuencia el progresivo abandono de la actividad agrícola y ganadera, y ésta circunstancia tiene efectos negativos en la conservación del entorno, ya que deja de producirse el continuo saneamiento de los montes, facilitando así la proliferación de incendios y poco a poco la desaparición de caminos y sendas.

Y de éstos últimos vamos a hablar, de nuestros caminos, de aquellos senderos que antaño recorrieran nuestros abuelos y que hoy tienden a desaparecer, senderos que conducían a rincones interesantes de estas tierras guímaras.








Las Fayas

Para el que guste de los paisajes abruptos, es buena idea darse un garbeo por estas peñas carbajalinas, grandes balcones de piedra que se ciernen sobre las aguas del río Aliste, al noreste de Videmala.


No son guímaras, las peñas no, pero la frontera natural que forma el río, y la fuerte pendiente de la ladera que coronan, hace que sea mucho más fácil llegar hasta ellas desde nuestro pueblo que desde Carbajales.





Para ello, podemos partir de las escuelas y dirigirnos por la calle Camino de Carbajales para salir del pueblo y continuar hacia el noroeste.

¡Cuidado!, una cosa es el “camino” de Carbajales y otra la “carretera” de Carbajales, si preguntamos a cualquier persona en el pueblo: _ “Por favor, disculpe, ¿Para ir a Carbajales?”_ Y os contestan: _”Veide por la carretera del Camposanto…”_

Longitud del recorrido: 2Km
¡Pues no!, el camino que hemos de tomar, es el que seguían nuestros abuelos cuando aún no existía el embalse de Ricobayo, y el río Aliste se podía cruzar por tierras hoy sumergidas.

Dejaremos atrás las casas del barrio de La Hormiga, y tal vez ya no escuchemos los “cantos” que nos habrán dedicado algunos perros de la zona, unos porque guardan ganado, otros porque guardan la casa de su dueño y alguno porque guarda las apariencias queriendo parecer mas fiero que los mismísimos lobos.

Así que… a gastar las “cholas” por el camino, entre cortina y cortina, como dice el villancico aunque con diferente sentido: tierras de labor y tierras sin labor, delimitadas por las típicas paredes alistanas, de las que en muchos casos no quedan más que algunas de las características lonjas monolíticas verticales intercaladas entre el entramado de piedras de los muros.

Jaras y surcos o jaras y espigas, según la época del año, tal vez tengamos suerte de avistar alguna que otra codorniz. Lo que posiblemente ya estemos avistando, sean las enormes figuras de los “volalaires” instalados en el horizonte, sobre una loma de la tierra carbajalina.

A nuestra derecha divisaremos la cota más alta del término de Videmala: El Cabezo, 866m sobre el nivel del mar, que no es mucho pero se divisa desde muy lejos.

Tras haber recorrido solo 1300m desde las escuelas, llegamos a la laguna de Retalamide, situada en una bifurcación del camino. A la izquierda comienza el descenso a  Los Avellanos, y a la derecha nuestro objetivo: las Fayas.

Puede que algún conejo “amampe” por el camino, hasta adentrarse de un brinco en el denso jaral que nos rodea. A la derecha sale un camino que baja junto al arroyo del Busto, por un profundo valle llamado Valfondo, pero nosotros no vamos al fondo, vamos a las alturas, así que continuaremos por el camino principal, el que sigue la cuerda de el Rebollar, divisando ya a nuestra izquierda los montes de Carbajales.

Pasaremos junto a un cercado para ganado (casal) y cuando lleguemos a lo alto del camino, nos encontraremos sobre la ladera de Las Fayas, formaciones rocosas que a mí personalmente me recuerdan a los moais de la isla de Pascua, mirando al norte cual gigantes petrificados.

Es posible que sobre nuestras cabezas, hayamos divisado a un visitante estival: el alimoche, conocido en el mundo de los naturalistas como "el buitre sabio" por su habilidad para acceder al contenido de los huevos de avestruz arrojando piedras sobre su objetivo.
En estas peñas ha criado hasta fechas muy recientes, y no han sido pocas las ocasiones en que sentado sobre una de ellas, con los pies colgando sobre el abismo y observando la que aloja su nido, me ha maravillado recordar que estas aves regresan todos los años al mismo lugar, tras haber pasado el invierno en África, es decir, que cierta pareja de alimoches, allá lejos en la sabana, rodeados de hienas y leones, deciden que esta primavera, como las anteriores, van a venir para criar en esa roca que tanto les gusta, entre Videmala y Carbajales...

La “cigüeña negra” también pasa por aquí. Al contrario de su pariente la blanca inquilina de campanarios, no gusta de la compañía del hombre, siendo su población escasa y estando en grave peligro de extinción.



Tal vez con el cuello dolorido por haber estado siguiendo el vuelo coronado de alguna rapáz, bajemos la vista al suelo y descubramos la enorme cantidad de hozaduras del jabalí, que se pasa la vida “cambiando la faz de la Tierra”, y si estamos tranquilos, en silencio y armados de paciencia, podremos descubrir a “maese raposo” recorriendo la ladera en busca del sustento, o tal vez no veamos nada, pero nos habremos dado un buen paseo, habremos visto un gran paisaje y habremos respirado el aire que respiraron nuestros ancestros, un aire que no es ni de Carbajales ni de Videmala, el mismo aire que tal vez algún día, mueva las aspas de nuestros molinos.



Volver al índice





Peñafurada

Peña horadada por quién sabe que fuerzas de la Naturaleza, es un lugar con… prehistoria.

Franz Bürk, experto en paleontología y amante de nuestra tierra tristemente desaparecido en 2005, estudió sobre el terreno lo que estaba escrito en las piedras, las rocas y el paisaje, haciendo importantes hallazgos que nos remontan a la Prehistoria.

Encontró muchos restos arqueológicos en la zona, como una especie de taller prehistórico de hachas y huesos fosilizados de animales, lo que le hizo llegar a la conclusión de que hubo asentamientos humanos hace 10.000 años, ocupando las múltiples cuevas diseminadas a este lado del río Aliste, es decir: en las tierras de los primeros guímaros.

Peñafurada se encuentra en uno de los vallecillos que desembocan en el embalse, para llegar a él, desde la laguna de Retalamide y continuando por el camino a las Fayas, que ya conocemos, deberemos buscar el norte por caminos tal vez engullidos por un monte de jaras vestidas de líquen que se enmaraña con el paso del tiempo. Una vez hayamos llegado al inicio de la ladera que baja hasta el embalse y con las Fayas a nuestra derecha, descenderemos al lugar donde se encuentra nuestro objetivo.






Volver al índice







Los Avellanos

Muchos conocen el sabor a hierro de algunas de las fuentes, que antaño bien visibles hoy se ocultan bajo un manto de zarzas y helechos. Esos manantiales de "agua herrada" pueden ser descubiertos en lugares como Retalagua o en Los Avellanos.



longitud del recorrido: 2,7Km


Ahora que ya sabemos llegar a la laguna de Retalamide, en lugar de dirigirnos por el camino de la derecha dirección a las Fayas, descenderemos por el de la izquierda, que baja junto al arroyo.

Poco a poco, nos daremos cuenta de que el valle se va estrechando flanqueado por densos montes de jara que se ciernen sobre nosotros hasta que tal vez tengamos la sensación de ser engullidos discretamente por la frondosa vegetación.

Sin llegar a sentir miedo, podemos reconocer cierto grado de vulnerabilidad mientras descubrimos que ya no hay horizonte, solo ramas, ramas de árboles y ramas de zarzas, entre las que adivinamos mas que ver, el camino, el rastro de la senda por la que un día pudieron transitar holgadamente burros y mulas con sus cargas.

Hozaduras en el suelo, chasquidos de ramas e incluso alguna “camisa de una culebra” nos hablan de que no estamos solos, de que el silencio se debe a que ahora es el bosque quien nos escucha.

Y el lobo, el proscrito, auténtico señor de bosques, montes y llanos más de una vez nos habrá estado observando mientras ajenos a su presencia solemos dudar si es cierto que haberlos haylos.


Foto cedida por Roberto Vaquero


A duras penas avanzamos hasta que por fín vemos agua frente a nosotros, es la orilla del embalse casi bajo nuestros pies, a nuestra derecha unas peñas fundidas con el bosque de avellanos que nos arropa y a nuestra izquierda una fuente sin caño, un manantial, depósitos del color del óxido en los regueros, agua distinta, agua con sabor… a hierro.







Las aguas ferruginosas tienen propiedades muy saludables por su alto contenido en vitamina de hierro, por lo que vienen bien para las anemias y como reconstituyente general, además abrir el apetito, pero no hay problema, tenemos avellanas cerca.


Volver al índice







La Petada

Videmala también tiene su propia “Cola de Caballo”, aquí no se le ha dado nombre a la cascada, de manera que podemos llamarla como más nos guste, pero si queremos saber donde está, lo mejor es que preguntemos por La Petada.

Hay dos caminos posibles para llegar hasta ella, uno por el sur, directamente desde Videmala y otro por el norte, que es el más recomendable por su escasa dificultad y su mayor rapidez, aunque éste último necesitará del uso de un vehículo y no hay mucho sitio para estacionarlo.

Saldríamos de Videmala por la carretera de Carbajales, que partiendo de la fuente y pasando junto al camposanto, atraviesa Campo la Lanza y Sierra la Rasa hasta desembocar en la que une Fonfría con Carbahales, a 3,8 Km desde la fuente. La tomaríamos dirección Carbajales comenzaríamos a descender por ella hacia el puente que cruza el embalse, y cuando hayamos recorrido 2.5 Km. En una curva a la izquierda, veremos un camino que parte desde el margen derecho de la calzada y que desciende por la ladera hacia el embalse, justo en frente de la Petada., habremos de tomar ese camino a pié tras estacionar el vehículo donde podamos (puede ser en los extremos del puente o antes de llegar a dicho camino).



Recorrido en coche: 6,3 Km  +  sendero: 800m

Solucionado el tema del vehículo, descenderemos por el camino señalado y continuaremos por la cárcava que nos lleva a nuestro destino. Cuando estemos atravesando el castañar, comenzaremos a escuchar el murmullo del agua, que nos guiará mejor que el sendero, no hay pérdida, pronto estaremos frente al “salto del agua” que da nombre a ese arroyo, el corazón de la Petada: la cascada, vigilada de cerca por los grandes ojos de las peñas que forman la hermosa falla, a saber que criaturas se habrán cobijado y encontrarán refugio en ellos.



Probablemente la mejor época para visitar la Petada sea en el vistoso otoño, aunque si lo que queremos es ver agua caer en cantidad tendremos que acudir en invierno, Durante el verano perderá espectacularidad, pero será un buen sitio para protegerse del sol y estar fresquito.

Como ya hemos dicho, existe la opción de llegar a la cascada desde el sur, aunque no nos la encontraremos de frente sino desde arriba.

Si partimos caminando desde la fuente del pueblo, tras subir la cuesta del Camposanto y caminar por la carretera unos trescientos metros, encontraremos dos caminos que salen del mismo punto, a la derecha de la calzada, el nuestro será el de la izquierda, el que va hacia el norte.


Caminaremos casi un kilómetro entre cultivos de cereal por la zona del Sestil, hasta llegar a un punto en que el monte de jaras nos recibe a ambos lados del camino, que empieza a descender entre Cabeza Gorda a la derecha y Peña Conejo a la izquierda .

No nos extrañe si algún corzo se nos muestra aunque sea fugazmente, es momento de estar atentos o nos perderemos la vida que nos rodea.

No lejos de aquí, cría una de las aves más vistosas que podemos observar por su intenso y variado colorido: el abejaruco. En nuestro sendero, encontraremos pequeñas lagunas en las que se pueden escuchar coros de batracios, proclamando a los cuatro vientos que esas charcas están vivas, y a ellas acudirá la fauna para calmar la sed, bañarse o alimentarse.

Más abajo, cerca ya de la Petada, se nos une otro valle por la izquierda, el de Retalagua, donde podemos encontrar alguna fuente de agua ferruginosa, como en los Avellanos.

El alto de nuestra derecha se llama Peña las Cruces, y descendiendo por el camino llegamos al gran escalón, a lo alto de la cascada.

Foto cedida por Roberto Vaquero


Volver al índice






No faltan en Videmala lugares para mitigar los calores del verano, aguas arriba, aguas abajo, el río Aliste al norte y Río Malo al sur, el chapuzón estival estaba siempre asegurado.

Pero hoy en día, tristemente, Rio Malo hace honor a su nombre, sus aguas han sufrido una progresiva degradación y se ha convertido en un río muerto, en una verdadera cloaca que tal vez con el tiempo, ganas y dinero se pueda recuperar.


¡Que lejos queda ya el recuerdo de aquellos feudos del cangrejo autóctono que tantos paladares guímaros han degustado!, y cuando al llegar la primavera, miles de bogas remontaban el río para desovar, acontecimiento que llamábamos “Cascajeo”, los corchos de nuestras cañas se pasaban mas tiempo sumergidos que en la superficie del agua. Bajo los ojos del antiguo puente de piedra, las sardas se arremolinaban una y otra vez formando coreografías que sólo ellas entendían, anfibios, reptiles, anátidas, zancudas e incluso la esquiva nutria pasó por allí… porque antaño, este río era de todo menos malo.

La Bogaya



Ahora bien, si queríamos una playa… playa: rumbo al norte, a la Bogaya.


Situados en la fuente, seguimos regato arriba bajo el Camposanto, para coger un camino a la izquierda de los enormes chopos del Pozolagua. Poco después, dicho camino se bifurcará para darnos a elegir sendero. Tiramos por el de la derecha de la viña y ya podemos caminar tranquilos, que no nos vamos a perder.

El camino discurre entre las paredes alistanas que delimitan cortinas, huertos, viñas, monte, y algún robledal de caduco semblante, cuyo fruto es la bellota y no la bullaca, como más de uno ha podido pensar.

Poco después, salimos a un claro estepario, el Sestil, para retomar el camino cien metros más adelante.

Trescientos cincuenta metros nos separan de la próxima bifurcación, a la que llegaremos rodeados de monte bajo salpicado de alguna que otra encina. No es mal sitio para escuchar el canto de la perdiz y sorprender o ser sorprendidos por la carrera de algún conejo.

De las dos opciones que tenemos, seguiremos por la de la derecha, junto a Peña Franquera, para comenzar le descenso en amplio zigzag, hasta la playa de la Bogaya.


Tendremos mas o menos sitio para extender la toalla, dependiendo del nivel que el embalse tenga.

Frente a nosotros, el puente de Carbajales, y en mitad de las aguas, una península o…una isla, un barco de tierra con mástil de chopo, tripulado a veces por garzas pesqueras y que en días de viento parece navegar.


El Rodillón


Nos vamos a poniente, salimos por el pueblo desde el barrio de la Casica, por el camino del vecino Bermillo.


Al llegar a lo alto de la cuesta, podremos divisar una amplia zona de pastos, surcada en el centro por un riachuelo que todos conocen como El Rodillón.

En él encontraremos algunas lagunillas que sirven de abrevadero al ganado y de cantadero a las ranas. Pero lo más curioso del lugar es un fenómeno que se produce en cierta zona del mismo, nos lo cuenta mi primo tocayo y también naturalista, Roberto Vaquero:

“Hay un lugar, en la punta de arriba del Rodillón, en el que la tierra, ayudada por las raices de las plantas que crecen encima, se encuentra flotando sobre una bolsa de agua, y "baila" cuando pisas encima.”






. . . .


El murmullo de un regato, el canto del cuco, de la cigarra, del vencejo, el crotar de las cigüeñas, el triplete de la abubilla, algún lejano cencerro, e incluso el cada vez más raro rebuzno, son paisaje sonoro y estímulo para nuestros sentidos en este apartado lugar.

Naturaleza por los cuatro costados, así es Videmala, no importa si tenemos el sol de cara o calienta nuestra espalda, el caso es que caminemos hacia donde caminemos, vamos a encontrar un entorno vivo, recuerdo y promesa de lo que antaño fue nuestra amada tierra de Alba.



Volver al índice